Relato 3- El Duro


El Duro
Cuento


                                                                                                         Mirta Ventura
                                                                                                        Septiembre 2012


Lo llamaban “El Duro”. El apodo denotaba su fortaleza de carácter ante los diversos reveses que había enfrentado. Aludía también a su gesto que, regularmente, escamoteaba la sonrisa.

Sus compañeros de trabajo lo habían visto crecer desde joven en su posicionamiento en la empresa. Cuando hubo que tomar decisiones fuertes, ya sea en referencia a alguna medida de cambio de rumbo cuando las utilidades estuvieron en baja, o cuando se presentó algún conflicto de orden gremial o personal con algún empleado del plantel, las tomó sin vacilaciones y sin miramientos, si creía que la acción era necesaria y justa.

Lo vieron responder del mismo modo cuando problemas familiares lo habían tocado muy profundamente en los sentimientos. Afrontó las dificultades sin que se modificara la expresión en su rostro. Siempre seguía para adelante, nada lo frenaba.

Desde el año 1978, hasta 1981 estuvo preso. Los compañeros de cárcel no lo habían visto aflojar en ningún momento, aún en los interrogatorios más duros, incluso en ocasión de tortura. Parecía que nunca hubiera tenido sentimientos, ilusiones, placeres, o que, por lo menos, su cara no los reflejaba.
Ahora es una persona mayor, con una carrera profesional y laboral realizada. Piensa cómo va a llevar su vida cuando se jubile, pero no le inquieta demasiado. Siempre pudo encontrar soluciones para cada ocasión distinta y ahora, con seguridad, no será la excepción.

Concurrió a una reunión que realizaba un grupo de pensadores a la que fue, con insistencia, invitado por viejos compañeros de militancia a los que no veía desde hacía más de treinta años. Pensó que por allí, quizás, encontraría una veta para encarar su próximo estadío como jubilado. Unos colegas de trabajo, también participaron del programa.

Las personas que asistieron, en su generalidad, eran mayores y entusiastas. Participaban activamente y discutían cómo hacer para profundizar el movimiento político al que apoyaban crítica y constructivamente. A poco de estar fue viendo que algunos de los que hablaban eran peronistas y otros eran de la izquierda progresista, que juntos aportaban para conseguir tal profundización y se aplaudían sin recelo. Recordó cuando en los setenta se enfrentaban, cuando desviaban las fuerzas y restaban a la lucha contra el verdadero enemigo. Éste aprovechaba esa debilidad manifiesta, y eran una y otra vez derrotados. Su cara se transformó, su inexpresión fue avasallada, lágrimas salieron de sus ojos y no pudo evitar el sollozo.

Los colegas no podían creer lo que veían. “El Duro” llorando...

Uno de los viejos compañeros dijo: - Siempre lloró. Cuando discutíamos en esos viejos tiempos de facultad y no podíamos juntar fuerzas los que teníamos los mismos intereses y el mismo gran enemigo, por impotencia, por bronca, lloraba. Él lloró y llora. Siempre llora .







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