Relato 2- Pelado

Pelado
Cuento

                                                                                                           Mirta Ventura
                                                                                                            Agosto 2012


Estaba en crisis. La explicación que él mismos se daba es que el cumplir setenta años, próximamente, lo inducía a hacer una especie de racconto, o revisión de su vida.

Se sentía angustiado. Había querido ser músico pero no se animó. Siendo joven no lo creía un trabajo “serio”. En su cabeza, reiteradamente, había sentido gran curiosidad por los acontecimientos científicos. Lo apasionaba el misterio de la naturaleza, el comportamiento cíclico de los astros, los cambios de teorías que se fueron sucediendo en la historia de la ciencia. Pero tampoco tomó este camino para su vida profesional.

Desde la adolescencia había decidido seguir una carrera universitaria. Cuando tuvo que elegir cuál sería la que le diera los medios para vivir y desarrollarse, tuvo en cuenta el estilo de vida que llevaría a partir de esa decisión.

Fue abogado y se dedicó durante los últimos treinta años a la defensa de los derechos humanos. En ese sentido se sentía muy satisfecho. Tenía varios logros dignos de mención.

De la familia que formó, estaba muy conforme. Cuatro hijos y seis nietos, con los que tenía relación constante y muy cercana. A su esposa la sentía como el amor de su vida y la mejor compañera en estos años de la madurez. Ella era filósofa y también tenía renombre en los suyo.

La crisis y angustia, no provenía, con seguridad, de allí.

Le preocupaba en los últimos tiempos, un aspecto de su personalidad que no se había manifestado con anterioridad. Se miraba reiteradamente en el espejo y apreciaba su cabello rubio y ondulado. Estaba feliz de su pelo aunque le inquietaba la importancia que le estaba dando a este tema que reconocía superficial.

Con las manos lo recorría con suavidad, desde arriba hacia las puntas. Usaba en esta etapa el cabello más largo de lo que acostumbran los señores de esa edad, pero le apenaba cortarlo. A veces dudaba de su masculinidad, aunque con premura desechaba la idea.

Cuando era joven tenía pavura de ser pelado. Recordaba al abuelo y los tíos y todos respondían al mote “Pelado”. Su padre era el único que no había perdido el cabello. Una y otra vez tomaba un peine y se lo pasaba para volcarlo de un lado hacia el otro, sonriendo frente al espejo. Sacudía la cabeza porque le fascinaba que volara en todo su esplendor y sentía que todo él levantaba vuelo... -¡Pelado despertate, se te hace tarde!
















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